Han bastado unas pocas palabras, y ningún hecho, salvo el dejar pasar más de medio año antes de tomar ninguna medida de modificación de la ley del aborto, para que el mundo provida español entrase en una especie de histeria eufórica de felicitaciones al ahora ministro de justicia y ayer alcalde de Madrid que repartía píldoras abortivas a niñas de 12 años sin conocimiento de sus padres.
No han sido sólo los dirigentes del abotismo provida, tristes banderines de enganche de la mayoría de personas que querrían defender una causa tan justa como es la defensa de la vida, los que han albado al ministro del PP por no hacer nada y decir muy poco. En ellos esto no tendría no sería novedoso, habida cuenta de la desfachatez que muestran en apoyar al segundo partido abortista de España. Pero más sorpendente ha resultado el entusiasmo con que otros grupos, verdadera y sinceramente provida han recibido la noticia de las declaraciones (y sólo eso) de Gallardón.
Pues bien, esta semana, el alabado por los defensores de la vida, y del abortismo provida, ministro de justicia del PP, en una entrevista de televisión hizo una declaración escandalosa, que a todos parece haber pasado inadvertida.
Según Gallardón, la ley del aborto de Felipe González, la que sirvió para liquidar la vida de medio millón de vidas durante el gobierno de Aznar, más otro medio en los gobiernos socialistas, tenía el espíritu de que «cuando ambos derechos entran en conflicto (el de la madre y el del concebido no nacido) el legislador tiene que estudiar con profundo respeto, defendiendo siempre ambos derechos, cuál de los dos debe prevalecer».
Si para el señor Gallardón es ejemplar en la defensa de los derechos del no nacido la ley de Felipe González, está claro lo que podemos esperar de su reforma «provida».
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