Ante el interés que ha generado entre muchos de nuestros lectores la noticia sobre el aborto en Israel que publicamos hace 2 semanas desde Manifiesto por la Vida nos hemos propuesto dar una visión más amplia de la situación de desprecio absoluto hacia la vida humana que vive aquel estado radicado en Palestina.
Dada la finalidad de esta página, nos abstendremos de entrar en otros temas como los asesinatos selectivos y el terrorismo de estado, para centrarnos en el tema del aborto.
En 1977 la Knesset (parlamento irsaelí) despenalizó la práctica del aborto en muchos supuestos, entre los que se incluía la edad de la mujer (la ley, por ejemplo, amparaba a las mujeres menores de 16 años y mayores de 40 que deseaban acabar con la vida de su hijo en gestación). En la práctica esto suponía un aborto completamente despenalizado en todos los casos.
1977 fue el año de la primera derrota electoral del Mapai, el partido principal del socialismo israelí, la columna de los pioneros ateos y progresistas bajo cuyo dominio político (1948-1977) el aborto estuvo en el Código Penal de Israel. Lo cierto es que la despenalización del aborto fue casi simultánea al triunfo del partido Herut y de su coalición del Likud, el motor de la gran derecha israelí. El Likud no es oficialmente una formación religiosa, pero su electorado es eminentemente conservador y en él predomina una visión religiosa sobre la naturaleza del judaísmo y del Estado. Pese a ello y al crecimiento de la religión en los últimos años, hoy se practican unos 20.000 abortos al año en Israel. Con la oposición manifiesta del gran rabinato. Sin embargo, como ocurre en España, los fieles ignoran, a la hora de votar, los consejos en defensa de la vida de sus líderes religiosos y lo hacen a partidos políticos abortistas.
Pese a que la despenalización del aborto es una política legislativa perjudicial a los problemas demográficos de los judíos de Israel (la demografía es una cuestión vital para la supervivencia de un Estado creado y mantenido sobre los cimientos de una mayoría judía que, pese a su protección por todas las instituciones públicas, empezando por la llamada Ley del Retorno, está cada vez más en entredicho) ésta está firmemente establecida, como demuestra el reciente rechazo a limitar la edad gestacional en la que se puede matar a un niño concebido.
Las familias palestinas, tanto cristianos como árabes de Israel tienen una tasa de natalidad de 4,8 y la de las judeo-israelíes es del 2,6. La baza demográfica es el alfil o quizás la reina de una partida de ajedrez que enfrenta a los jugadores a largo plazo, un combate no predeterminado por las agujas del reloj, una partida sin tiempos reglamentarios.
El aborto es desconocido en entre cristianos y musulmanes de Palestina, pero es una realidad en Israel. Sin embargo, Israel antepone un desprecio ideológico a la vida humana a otras cuestiones como sería la misma existencia del estado.
Este desprecio queda patente en el propio movimiento «provida» judío, un paradigma del abortismo provida que empieza a despuntar en España.

Eli Schussheim, en su intervención en Madrid
EFRAT, en teoría una organización contraria al aborto, es partidaria del llamado «terreno común» definido por el mayor promotor del aborto de la historia, el presidente de los EEUU, Barack Hussein Obama. Este concepto, admitido por muchos providas en España es un arma de los abortistas para legitimizar el aborto.
Schussheim y EFRAT, a diferencia de los grupos pro-vida católicos y de la Iglesia, no pretenden modificar las leyes que permiten el aborto ni realizar movilizaciones en la calle para pedir su derogación. Schussheim sostiene, como nos dicen algunos grupos del abortismo provida español, que “el aborto no es un problema ideológico”. EFRAT es un grupo “pro-elección” que reconoce sin restricciones la libertad que las leyes ofrecen a las mujeres para abortar. Aunque EFRAT intenta convencerlas y animarlas a que no lo hagan, al menos si lo han decidido por su situación económica o psicológica en ese momento.
EFRAT inserta anuncios en los periódicos de Israel mostrando su ayuda a las mujeres que puedan interesarse por ella. EFRAT pone, sin truculencias graficas, su idea de que no debe perderse una futura vida sin atender las consecuencias de una decisión que, tomada en una situación muy difícil, puede volverse luego contra la conciencia y la personalidad de la mujer que decide abortar, suscitando el interrogante hipotético e imaginario de si, contemplada “desde” un futuro leído en el presente pero no indefectiblemente consumado, “ha sido” o no una resolución irreversible y acertada. EFRAT presta además asistencia económica a las mujeres en el embarazo y durante los doce meses siguientes al nacimiento del hijo en principio no deseado. Y durante los años de infancia y adolescencia del niño, su madre recibirá el apoyo y la compañía no sólo de asistentes sociales, sino de antiguas abortistas potenciales que cambiaron de opinión. Schussheim afirma que su organización ha procurado en su dilatada historia el nacimiento de unos 40.000 bebés no deseados, de los que más de 3.800 corresponden al año 2009. Desde que se despenalizó el aborto en Israel, a lo que no se opone EFRAT, más de un millón de niños han muerto antes de nacer.
Ahí radica la perversidad del abortismo provida, la maldad de un sistema que pone en igualdad moral el acto de matar o dejar nacer a un ser human. Mientras que se ayuda a unas pocas mujeres a tener a sus hijos, se permite un crimen espantoso, que queda legitimado, pues la mujer ya tiene la opción de matar a su hijo o recibir ayuda para tenerlo.